La amenaza que se cierne sobre el lago Petén Itzá es apenas el más reciente síntoma de la vulnerabilidad de muchos reservorios de agua y de la lentitud estatal para impulsar el rescate de estos tesoros naturales que no solo constituyen reservas ecológicas, sino también activos turísticos del país, y cuya salud representa, además de un paisaje paradisiaco, el sostenimiento de miles de personas vinculadas con el turismo. Lo triste es que recuerda la tragedia de otras estampas emblemáticas como el Lago de Atitlán y el de Amatitlán, que son víctimas de la indolencia y la mala gestión de aguas residuales.
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