Decía un famoso personaje de una novela de Dickens que había leido a Shakespeare pero que no le había gustado nada, porque era muy flojo en química. Naturalmente él encarnaba el cientifismo decimonónico y creía que la ciencia, y no la poesía, era el único conocimiento verdadero. En realidad la ciencia y la poesía no tienen nada que ver y de ello no parecen haberse dado cuenta quienes concibieron la exposición Auga doce, pues pretenden integrar en ella lo que no se puede integrar. Que dos cosas tengan el mismo nombre o que sean similares no quiere decir que sean iguales y no todo aquello que se relacione con el agua tiene una lógica común. Con el agua se relaciona el paraguas y la coroza de paja, pero no la capa pluvial de la liturgia, que debe ser considerada como una obra de arte o un vestuario ceremonial, pero nunca como un elemento impermeable sin más y por ello exhibirse en el mismo contexto que estos dos objetos.
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