El año pasado, por estas fechas, los embalses de Sisga, Neusa, Tominé, Chuza, Hato y San Rafael casi alcanzaban su máximo nivel. Desde la semana pasada, en cambio, varios municipios como Útica, Villeta, Guaduas, Quebradanegra, Pulí y Apulo tuvieron que abastecerse de agua por medio de carrotanques: la Sabana no enfrentaba desde hace cinco años una crisis igual. La capacidad de los embalses de los que se abastecen tanto la región como los 8 millones de habitantes del Distrito se redujo casi a la mitad.
El director de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), Alfred Ballesteros, sentenció que “hay un deterioro enorme en las cuencas que tiene que ver, en gran medida, con la falta de planificación urbanística de los municipios”. Lo paradójico es que, como lo explicó el propio Ballesteros, Cundinamarca no está enfrentando “un fenómeno climatológico extremo” que justifique la grave falta de agua en la Sabana. Su sentencia es al mismo tiempo una alerta o, si se quiere, un jalón de orejas para los alcaldes de Cundinamarca.
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