En numerosas partes de Europa existen dificultades cada vez mayores para disponer de recursos de agua dulce con la calidad y en la cantidad necesarias. Son varios los factores que están causando estragos en el suministro de agua, en concreto el cambio climático, la rapidez del crecimiento demográfico y de la urbanización, la disminución de los recursos de agua dulce y el envejecimiento de las infraestructuras.
Mientras que la población se encuentra inmersa en un proceso de crecimiento rápido, los recursos hídricos se mantienen constantes y su contaminación es una realidad en alza. La oferta y la demanda se encuentran desajustadas, situación que no tiene visos de cambiar; de hecho se estima que, para 2025, la demanda mundial de agua rebasará los recursos hídricos disponibles en un 56 %. Ya el 18 % de la población de Europa reside en países en situación de «estrés hídrico», es decir, que su demanda excede en más de un 20 % su disponibilidad. Los datos más destacables al respecto son que los ciudadanos usan cada vez más agua y que nada menos que la tercera parte de esta se va por el desagüe del retrete.
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